Recuerdos de Jorge Carpizo

 

Jorge tuvo dos grandes pasiones en su vida, México y su universidad histórica. Su diagnóstico: Fortaleza y debilidad de la UNAM, despertó el apoyo de toda la sociedad.

 

Viajero incansable, heredó de su padre el gusto por recorrer el mundo y disfrutar de la buena mesa. Era el mejor compañero de viaje, estudiaba previamente cada sitio que había que visitar, lo describía como si ya lo conociera. Era el mejor guía. Siempre identificaba también el mejor lugar para comer.

En una ocasión recorrimos Persépolis hasta el anochecer, pudimos ver con todo detalle los preciosos bajo relieves de la leona herida  y los arqueros; caminamos por sus escalinatas varias veces hasta que oscureció.

 

Era un amante del arte. Su colección de pintura, de porcelanas y las más bellas artesanías de todo el mundo, convirtieron su casa en un verdadero museo.

 

Cuando fue embajador de México en Francia, impresionó a los franceses por su conocimiento de la historia y cultura de la cuna de la Ilustración.

 

Heredó también las virtudes y gustos de su madre. En su casa se disfrutaba de la tradicional cocina campechana con las recetas de doña Luz elaboradas por Mariquita. Después de la deliciosa comida, disfrutábamos de las veladas musicales con Manolita Alegría, cantando las canciones preferidas de Jorge, como “Incertidumbre”.

 

Se fue cuando estaba en la plenitud de su madurez. Fue una partida injusta en todos sentidos, tenía mucha vida por delante y mucho por hacer.

 

Extrañamos al amigo fraternal; sus reflexiones profundas; sus exposiciones vehementes y su inconfundible y contagiosa risa.

 

Patricia Galeana