Al muy querido y noble amigo Jorge Carpizo lo conocí en México D.F. a fines de la década del sesenta, en ocasión de una invitación del maestro y dilecto amigo Héctor Fix Zamudio para disertar sobre la “Representación Política: sus misterios” en la UNAM. Allí estaban ambos y Diego Valadés, que conformaban un trío al que bautizamos con el nombre de “Los Tres Mosqueteros” (sic) por el entusiasmo y la fraternidad que unían a maestro y discípulos, ya convertidos éstos últimos en fecundos y brillantes especialistas en derecho constitucional.
La reunión permitió que ahondáramos las coincidencias vocacionales y académicas y fomentáramos el intercambio de nuestros aportes, como así también la frecuencia de los encuentros. De todo ello nació la idea de ampliar las reuniones con otros especialistas de países latinoamericanos y europeos; lo que se concretaría más adelante y con singular éxito, en cuyo mérito fue notable la labor de Jorge Carpizo para asegurar la continuidad del intercambio. Héctor y Diego fueron partícipes principalísimos de esa gesta.
Tiempo después llegó la oportunidad de fundar el “Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional”, en visita realizada por los colegas mexicanos a Buenos Aires, ofreciendo la Universidad de Belgrano y su Rector Avelino Porto la tribuna a tan prestigiosos disertantes. El día 22 de marzo de 1974, al mediodía, almorzando en la sede del Club Hípico Argentino, se procedió a labrar el acta fundacional y se acordó que con el prestigioso “Instituto de Investigaciones Jurídicas” de la UNAM se llevara a cabo el “Primer Congreso Latinoamericano de Derecho Constitucional”, el que tuvo asiento en la Ciudad de México; y de allí en más prosiguió una intensa labor de publicaciones, seminarios, congresos e investigaciones que el Instituto –en permanente expansión de su membrecía- ha ejecutado bajo las notables presidencias de Fix Zamudio, Jorge Carpizo y Diego Valadés sucesivamente.
Todo lo antedicho posibilitó que con Jorge Carpizo forjáramos una amistad fraterna y entrañable, que se enriqueció espiritualmente hasta el momento de su inesperado fallecimiento. En ese fatídico día, estábamos con mi esposa Sara Patricia Llorente escuchando el noticioso de la televisión mexicana (que seguimos desde Buenos Aires a diario) cuando anunciaron ese fatal desenlace: ¡no lo podíamos creer! Habíamos estado con Jorge en una reciente reunión, donde recibimos de él –como era habitual- los testimonios más cálidos de su gran calidad y dimensión humana. Tuvimos que intentar la más difícil de las virtudes, que es la resignación. En eso estamos. Nunca lo olvidaremos. Nos acompañan su foto y la memoria.
Jorge Reinaldo Vanossi
Lic. Jorge Reinaldo Vanossi
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